Artistas, vidrieros y restauradores de vidrieras
Resumen
Se pretende llevar a cabo una
revisión del perfil histórico y actual de aquellas personas involucradas de una
forma más directa en el campo de las vidrieras: los artistas, los vidrieros y
los restauradores. Estas tres profesiones, las cuales existen ya desde el
nacimiento mismo de esta especialidad en la Edad Media, fueron originariamente
aglutinadas por una sola persona, si bien con el paso de los siglos, las
competencias de cada una de estas actividades fueron poco a poco separándose
entre sí, llegando a crear profesiones distintas y con unas características
propias muy definidas. Y es precisamente en esta separación de competencias
donde radica, en mi opinión, el éxito de la recuperación y revalorización de un
arte tristemente calificado de “perdido”.
Ya desde la Edad Media, el
proceso de diseño, creación y mantenimiento o restauración de las vidrieras,
las tres actividades profesionales sin las cuales estas obras de arte no
habrían llegado hasta nosotros, eran llevadas a cabo por una sola persona: el
maestro vidriero.
Durante la Edad Media, una
vez el vidriero disponía de la materia prima principal, el vidrio plano, su
dependencia de otras profesiones era mucho menor y su trabajo era mucho más
polifacético y variado que en la actualidad, abarcando toda una serie de
actividades que con los años pasaron a ser competencia de otros profesionales.
Estas actividades tan
dispares, se daban lugar en un mismo taller en el cual existía sin embargo una
fuerte jerarquía en la realización de estas tareas. Así pues, en los talleres
más importantes, el maestro vidriero acabó por limitar su trabajo a la
dirección del taller, dedicándose, en la parte práctica, a pintar aquellas
piezas más complicadas, como los rostros, manos, paisajes, etc. El resto de las
tareas propias del oficio, como el corte del vidrio, emplomado, soldado,
enmasillado o el pintado de motivos sencillos, eran normalmente realizadas por
los ayudantes o aprendices.
Una de las tareas de los
vidrieros era asimismo la inspección, mantenimiento y reparación periódica de
las vidrieras deterioradas y de las redes de protección. La importancia y
valoración de esta actividad queda reflejada en los documentos de la época
conservados. Muchos vidrieros eran contratados periódicamente para llevar a
cabo estas reparaciones o tenían incluso un contrato fijo de mantenimiento,
especialmente en el caso de edificios con un gran volumen de vidrieras. Esta
actividad, para la cual se exigía un gran nivel técnico y artístico, era
encargada casi siempre a maestros vidrieros de renombre, para quienes, por otro
lado, suponía a menudo una importante fuente de ingresos.
Hasta el siglo XV
aproximadamente, el maestro vidriero era el encargado del diseño de los motivos
representados, esto es, del boceto artístico, y lógicamente de su realización.
A partir de entonces y por influencia de las nuevas ideas artísticas
procedentes de Italia y el pensamiento Humanista, esta estructura de trabajo
sufrió una profunda transformación. El arte de la vidriera pasó a ser
considerado como parte de las Artes Menores o Decorativas, quedando en muchos
casos relegada la función del vidriero a la realización de los motivos
proporcionados por un artista pintor. Como consecuencia, la vidriera pasará
gradualmente a convertirse en un arte de pintura sobre vidrio, perdiendo de
esta manera toda una serie de características intrínsecas a su naturaleza
original.
A partir del siglo XV, los
teóricos de Renacimiento, considerarán la vidriera como una artesanía asociada
al periodo precedente, esto es, a la Edad media, el cual se pretendía superar.
En efecto, durante el Renacimiento y en los siglos sucesivos, son constantes
las referencias a esta separación de funciones que, en cierta manera, se ha
mantenido hasta nuestros días. Los vidrieros recurrían a menudo a bocetos o a
grabados de artistas de renombre. En ocasiones eran incluso obligados a ello en
los contratos de trabajo. En España mismo, son numerosos los ejemplos
documentales que ilustran esta situación.
A pesar de este cambio,
durante el siglo XVI, en España, serán numerosos los vidrieros que sigan
realizando ellos mismos los bocetos y la pintura de los vidrios. El cambio
producido en la vidriera será más bien de tipo estético y técnico, sin que se
produzca un descenso en la productividad. Debido a motivos de diversa índole,
pero sobre todo a la aceptación que el arte de la vidriera mantuvo fuera de
Italia durante el Renacimiento y Manierismo, el siglo XVI será un periodo de
gran esplendor y productividad. Este periodo, especialmente notable en España,
donde las numerosas vidrieras realizadas en este siglo serán de una excepcional
calidad, supondrá no obstante el canto del cisne de esta especialidad.
Los pagos realizados a
vidrieros por la visita e inspección de las vidrieras de un edificio y la
contratación temporal o fija de un vidriero para la reparación de cualquier
daño, serán más frecuentes en esta época. Por lo que respecta a la forma de
restaurar, hasta el siglo XVI tenemos constancia documental de muchas
intervenciones en las que los contratos obligaban al vidriero a buscar una
integración de las nuevas piezas con las originales, tanto en el tipo de vidrio
como en su color y motivo, de tal forma que no se notase la diferencia y la
vidriera pareciese como nueva. Sin embargo, y a pesar de estas frecuentes
imposiciones, los vidrieros se sentían a menudo libres para mejorar la obra
original e introducir añadidos según su propio gusto o el gusto de la época, y
muy pocas veces había un esfuerzo por recrear el estilo original.
Desde finales del siglo XVI,
y especialmente principios del XVII, coincidiendo con la progresiva
introducción del estilo Barroco y la paulatina decadencia del arte de la
vidriera, tendrá lugar un cambio importante en el gusto estético de la época,
que conducirá a un descenso en la producción, calidad y mantenimiento de las
vidrieras. Los nuevos edificios construidos serán decorados con simples
vidrieras compuestas de vidrios blancos con sencillos motivos decorativos
creados por la red de plomo y no mediante la técnica pictórica. Los encargos de
nuevas vidrieras para edificios góticos que todavía las necesitaban o las
habían perdido, mantendrán vivo el arte de la vidriera tradicional. Las pocas
vidrieras de calidad conservadas de esta época, fueron realizadas para
edificios góticos por aquellos vidrieros que pudieron y supieron mantener vivo
el oficio.
Estos cambios, que se
mantendrán hasta la segunda mitad del siglo XIX, afectarán profundamente al
oficio de vidriero y a la distribución de las distintas tareas. Cada vez más
frecuentemente, los motivos pictóricos eran proporcionados por pintores de
lienzos o copiados de cuadros o grabados de la época. El oficio del maestro
vidriero pintor, pasará a convertirse en el de vidriero de oficio.
Ante la gran carencia de
vidrieros en este periodo, a menudo el mantenimiento de las vidrieras será
realizado por personas no vinculadas a este oficio. Dependiendo del gusto
estético del momento o de motivos de índole religiosa o política, las vidrieras
fueron a menudo tratadas de forma incompetente o eliminadas de su emplazamiento
original, siendo substituidas por vidrios blancos que permitían la entrada de
más luz. Las reparaciones efectuadas desde finales del siglo XVI hasta finales
del siglo XIX, serán de una calidad notablemente inferior a las realizadas en
siglos anteriores y vemos cómo la apreciación y el respeto por el valor
artístico de la obra de autores precedentes no siempre eran tenidos en cuenta.
A partir de finales del siglo
XVI y debido al brusco descenso que sufrió la producción de nuevas vidrieras,
al haberse completado los grandes ciclos de las catedrales e iglesias más
importantes, desaparece casi por completo la práctica de las inspecciones y
reparaciones periódicas. Sin embargo, encontramos ahora una mayor proporción de
vidrieros dedicados exclusivamente a la reparación de emergencia vidrieras que
al mantenimiento regular o a la creación de nuevas obras.
Ahora bien, incluso durante
los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, considerados como el periodo de
mayor decadencia del este arte, seguimos pudiendo comprobar una cierta
preocupación por conservar lo existente, si bien en la mayoría de los casos por
puras razones prácticas, dada la función de la vidriera como cerramiento de los
edificios. Es entonces cuando, debido a la pérdida de conocimientos técnicos y
la falta de nuevos encargos, los vidrieros empezarán a utilizar técnicas y
materiales procedentes de las artes pictóricas, como las pinturas en frío,
normalmente óleo, para pintar las vidrieras o, en el caso de las
restauraciones, para la reposición de originales perdidos o la reintegración de
grisallas desprendidas.
No obstante, no será hasta la
segunda mitad del siglo XIX cuando, bajo el impulso de las ideas del
romanticismo y la recuperación de los estilos medievales, se produzca una clara
revalorización de este arte. Esto trajo consigo un incremento considerable en
la creación de nuevas vidrieras que imitaban en estilo a las góticas y
renacentistas y un interés por restaurar las existentes desde unos presupuestos
que iban más allá de la mera reparación de urgencia.
Es a partir de la segunda
mitad del XIX cuando surgen toda una serie de importantes talleres que empiezan
a recuperar las técnicas del oficio y con ello el arte de la vidriera. Estos
vidrieros recuperarán el concepto medieval de la profesión al volver a reunir
en una misma persona las tres funciones del oficio, que se habían disociado de
forma evidente durante los siglos XVII y XVIII.
A partir de finales del siglo
XIX se empieza a hablar de restauración en un sentido de la palabra mucho más
cercano al actual. Las restauraciones del este periodo suponen un cierto avance
con respecto a las de siglos anteriores al buscar una integración total, en
ocasiones excesiva, pretendiéndose recuperar de este modo la esencia perdida
del arte medieval. Se empieza a estudiar la historia y la técnica de las
vidrieras, se crean por primera vez comisiones especiales dedicadas al control
de las obras de restauración en las vidrieras o conjuntos de vidrieras más
importantes y se lleva a cabo una labor de documentación de las mismas.
Esta situación de
recuperación del arte de la vidriera se mantendrá durante los primeros años del
siglo XX gracias al auge del Modernismo y el Art Decó. Pero no será hasta los
años cincuenta cuando, como consecuencia de los graves destrozos ocasionados
durante la II Guerra Mundial, se produzca en Europa un importante cambio de
actitudes y una nueva concienciación de la necesidad de estudio y restauración
de las vidrieras existentes.
La restauración de vidrieras
empieza a concebirse como una nueva disciplina vinculada a una mentalidad
científica y desligada de la creación artística. Es entonces cuando se crea el
C.V.M.A., institución de carácter internacional dedicada a la protección,
inventarización, estudio y descripción del estado de conservación de las
vidrieras históricas. Se fomentan los estudios sobre este campo, aparecen las
primeras publicaciones de carácter científico y se organizan los primeros
congresos, jornadas y seminarios sobre el tema. En los años ochenta y noventa,
surgirán las primeras escuelas de formación de restauradores, como la de
Amberes en Bélgica y la de Erfurt en Alemania,
En España, la situación
actual no es afortunadamente muy esperanzadora. La toma de conciencia de la
restauración de vidrieras como disciplina científica independiente y el avance
científico en este campo, son fenómenos que se van introduciendo de forma mucho
más lenta. Así como en otros campos artísticos es evidente la separación de
competencias existente entre el artista diseñador, el realizador y el
restaurador, en el campo de las vidrieras seguimos todavía aferrados al
concepto unificador medieval. Y mientras no nos demos cuenta de que el talento
artístico para la creación, la realización de la obra y la conservación y
restauración de la misma, son actividades independientes y con unos objetivos
diferentes, se seguirán cometiendo graves errores de base y sobre todo se
seguirá negando a la restauración de las vidrieras el carácter especializado,
independiente y científico que se merece y que desde hace ya muchos años ha
alcanzado en otros países.
Resumiendo: el problema
central en nuestro país sigue siendo, por un lado, la falta de apreciación y
entendimiento del arte de las vidrieras, por otro lado, la grave carencia
existente de centros de formación para restauradores de vidrieras y, por último, la ausencia de un organismo que controle la calidad de las
intervenciones realizadas, tanto en nueva creación como en restauración.
Artículo publicado en “R&R”, nº 48, enero
2001, pp. 64-69.
Fernando Cortés Pizano
Conservador- Restaurador de Vidrieras
No hay comentarios:
Publicar un comentario