miércoles, 2 de enero de 2013

Artistas, vidrieros y restauradores de vidrieras 

Resumen

Se pretende llevar a cabo una revisión del perfil histórico y actual de aquellas personas involucradas de una forma más directa en el campo de las vidrieras: los artistas, los vidrieros y los restauradores. Estas tres profesiones, las cuales existen ya desde el nacimiento mismo de esta especialidad en la Edad Media, fueron originariamente aglutinadas por una sola persona, si bien con el paso de los siglos, las competencias de cada una de estas actividades fueron poco a poco separándose entre sí, llegando a crear profesiones distintas y con unas características propias muy definidas. Y es precisamente en esta separación de competencias donde radica, en mi opinión, el éxito de la recuperación y revalorización de un arte tristemente calificado de “perdido”.

Ya desde la Edad Media, el proceso de diseño, creación y mantenimiento o restauración de las vidrieras, las tres actividades profesionales sin las cuales estas obras de arte no habrían llegado hasta nosotros, eran llevadas a cabo por una sola persona: el maestro vidriero.

Durante la Edad Media, una vez el vidriero disponía de la materia prima principal, el vidrio plano, su dependencia de otras profesiones era mucho menor y su trabajo era mucho más polifacético y variado que en la actualidad, abarcando toda una serie de actividades que con los años pasaron a ser competencia de otros profesionales.

Estas actividades tan dispares, se daban lugar en un mismo taller en el cual existía sin embargo una fuerte jerarquía en la realización de estas tareas. Así pues, en los talleres más importantes, el maestro vidriero acabó por limitar su trabajo a la dirección del taller, dedicándose, en la parte práctica, a pintar aquellas piezas más complicadas, como los rostros, manos, paisajes, etc. El resto de las tareas propias del oficio, como el corte del vidrio, emplomado, soldado, enmasillado o el pintado de motivos sencillos, eran normalmente realizadas por los ayudantes o aprendices.

Una de las tareas de los vidrieros era asimismo la inspección, mantenimiento y reparación periódica de las vidrieras deterioradas y de las redes de protección. La importancia y valoración de esta actividad queda reflejada en los documentos de la época conservados. Muchos vidrieros eran contratados periódicamente para llevar a cabo estas reparaciones o tenían incluso un contrato fijo de mantenimiento, especialmente en el caso de edificios con un gran volumen de vidrieras. Esta actividad, para la cual se exigía un gran nivel técnico y artístico, era encargada casi siempre a maestros vidrieros de renombre, para quienes, por otro lado, suponía a menudo una importante fuente de ingresos.

Hasta el siglo XV aproximadamente, el maestro vidriero era el encargado del diseño de los motivos representados, esto es, del boceto artístico, y lógicamente de su realización. A partir de entonces y por influencia de las nuevas ideas artísticas procedentes de Italia y el pensamiento Humanista, esta estructura de trabajo sufrió una profunda transformación. El arte de la vidriera pasó a ser considerado como parte de las Artes Menores o Decorativas, quedando en muchos casos relegada la función del vidriero a la realización de los motivos proporcionados por un artista pintor. Como consecuencia, la vidriera pasará gradualmente a convertirse en un arte de pintura sobre vidrio, perdiendo de esta manera toda una serie de características intrínsecas a su naturaleza original.

A partir del siglo XV, los teóricos de Renacimiento, considerarán la vidriera como una artesanía asociada al periodo precedente, esto es, a la Edad media, el cual se pretendía superar. En efecto, durante el Renacimiento y en los siglos sucesivos, son constantes las referencias a esta separación de funciones que, en cierta manera, se ha mantenido hasta nuestros días. Los vidrieros recurrían a menudo a bocetos o a grabados de artistas de renombre. En ocasiones eran incluso obligados a ello en los contratos de trabajo. En España mismo, son numerosos los ejemplos documentales que ilustran esta situación.

A pesar de este cambio, durante el siglo XVI, en España, serán numerosos los vidrieros que sigan realizando ellos mismos los bocetos y la pintura de los vidrios. El cambio producido en la vidriera será más bien de tipo estético y técnico, sin que se produzca un descenso en la productividad. Debido a motivos de diversa índole, pero sobre todo a la aceptación que el arte de la vidriera mantuvo fuera de Italia durante el Renacimiento y Manierismo, el siglo XVI será un periodo de gran esplendor y productividad. Este periodo, especialmente notable en España, donde las numerosas vidrieras realizadas en este siglo serán de una excepcional calidad, supondrá no obstante el canto del cisne de esta especialidad.

Los pagos realizados a vidrieros por la visita e inspección de las vidrieras de un edificio y la contratación temporal o fija de un vidriero para la reparación de cualquier daño, serán más frecuentes en esta época. Por lo que respecta a la forma de restaurar, hasta el siglo XVI tenemos constancia documental de muchas intervenciones en las que los contratos obligaban al vidriero a buscar una integración de las nuevas piezas con las originales, tanto en el tipo de vidrio como en su color y motivo, de tal forma que no se notase la diferencia y la vidriera pareciese como nueva. Sin embargo, y a pesar de estas frecuentes imposiciones, los vidrieros se sentían a menudo libres para mejorar la obra original e introducir añadidos según su propio gusto o el gusto de la época, y muy pocas veces había un esfuerzo por recrear el estilo original.

Desde finales del siglo XVI, y especialmente principios del XVII, coincidiendo con la progresiva introducción del estilo Barroco y la paulatina decadencia del arte de la vidriera, tendrá lugar un cambio importante en el gusto estético de la época, que conducirá a un descenso en la producción, calidad y mantenimiento de las vidrieras. Los nuevos edificios construidos serán decorados con simples vidrieras compuestas de vidrios blancos con sencillos motivos decorativos creados por la red de plomo y no mediante la técnica pictórica. Los encargos de nuevas vidrieras para edificios góticos que todavía las necesitaban o las habían perdido, mantendrán vivo el arte de la vidriera tradicional. Las pocas vidrieras de calidad conservadas de esta época, fueron realizadas para edificios góticos por aquellos vidrieros que pudieron y supieron mantener vivo el oficio.

Estos cambios, que se mantendrán hasta la segunda mitad del siglo XIX, afectarán profundamente al oficio de vidriero y a la distribución de las distintas tareas. Cada vez más frecuentemente, los motivos pictóricos eran proporcionados por pintores de lienzos o copiados de cuadros o grabados de la época. El oficio del maestro vidriero pintor, pasará a convertirse en el de vidriero de oficio.

Ante la gran carencia de vidrieros en este periodo, a menudo el mantenimiento de las vidrieras será realizado por personas no vinculadas a este oficio. Dependiendo del gusto estético del momento o de motivos de índole religiosa o política, las vidrieras fueron a menudo tratadas de forma incompetente o eliminadas de su emplazamiento original, siendo substituidas por vidrios blancos que permitían la entrada de más luz. Las reparaciones efectuadas desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XIX, serán de una calidad notablemente inferior a las realizadas en siglos anteriores y vemos cómo la apreciación y el respeto por el valor artístico de la obra de autores precedentes no siempre eran tenidos en cuenta.

A partir de finales del siglo XVI y debido al brusco descenso que sufrió la producción de nuevas vidrieras, al haberse completado los grandes ciclos de las catedrales e iglesias más importantes, desaparece casi por completo la práctica de las inspecciones y reparaciones periódicas. Sin embargo, encontramos ahora una mayor proporción de vidrieros dedicados exclusivamente a la reparación de emergencia vidrieras que al mantenimiento regular o a la creación de nuevas obras.
Ahora bien, incluso durante los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, considerados como el periodo de mayor decadencia del este arte, seguimos pudiendo comprobar una cierta preocupación por conservar lo existente, si bien en la mayoría de los casos por puras razones prácticas, dada la función de la vidriera como cerramiento de los edificios. Es entonces cuando, debido a la pérdida de conocimientos técnicos y la falta de nuevos encargos, los vidrieros empezarán a utilizar técnicas y materiales procedentes de las artes pictóricas, como las pinturas en frío, normalmente óleo, para pintar las vidrieras o, en el caso de las restauraciones, para la reposición de originales perdidos o la reintegración de grisallas desprendidas.

No obstante, no será hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando, bajo el impulso de las ideas del romanticismo y la recuperación de los estilos medievales, se produzca una clara revalorización de este arte. Esto trajo consigo un incremento considerable en la creación de nuevas vidrieras que imitaban en estilo a las góticas y renacentistas y un interés por restaurar las existentes desde unos presupuestos que iban más allá de la mera reparación de urgencia.

Es a partir de la segunda mitad del XIX cuando surgen toda una serie de importantes talleres que empiezan a recuperar las técnicas del oficio y con ello el arte de la vidriera. Estos vidrieros recuperarán el concepto medieval de la profesión al volver a reunir en una misma persona las tres funciones del oficio, que se habían disociado de forma evidente durante los siglos XVII y XVIII.

A partir de finales del siglo XIX se empieza a hablar de restauración en un sentido de la palabra mucho más cercano al actual. Las restauraciones del este periodo suponen un cierto avance con respecto a las de siglos anteriores al buscar una integración total, en ocasiones excesiva, pretendiéndose recuperar de este modo la esencia perdida del arte medieval. Se empieza a estudiar la historia y la técnica de las vidrieras, se crean por primera vez comisiones especiales dedicadas al control de las obras de restauración en las vidrieras o conjuntos de vidrieras más importantes y se lleva a cabo una labor de documentación de las mismas.

Esta situación de recuperación del arte de la vidriera se mantendrá durante los primeros años del siglo XX gracias al auge del Modernismo y el Art Decó. Pero no será hasta los años cincuenta cuando, como consecuencia de los graves destrozos ocasionados durante la II Guerra Mundial, se produzca en Europa un importante cambio de actitudes y una nueva concienciación de la necesidad de estudio y restauración de las vidrieras existentes.

La restauración de vidrieras empieza a concebirse como una nueva disciplina vinculada a una mentalidad científica y desligada de la creación artística. Es entonces cuando se crea el C.V.M.A., institución de carácter internacional dedicada a la protección, inventarización, estudio y descripción del estado de conservación de las vidrieras históricas. Se fomentan los estudios sobre este campo, aparecen las primeras publicaciones de carácter científico y se organizan los primeros congresos, jornadas y seminarios sobre el tema. En los años ochenta y noventa, surgirán las primeras escuelas de formación de restauradores, como la de Amberes en Bélgica y la de Erfurt en Alemania,

En España, la situación actual no es afortunadamente muy esperanzadora. La toma de conciencia de la restauración de vidrieras como disciplina científica independiente y el avance científico en este campo, son fenómenos que se van introduciendo de forma mucho más lenta. Así como en otros campos artísticos es evidente la separación de competencias existente entre el artista diseñador, el realizador y el restaurador, en el campo de las vidrieras seguimos todavía aferrados al concepto unificador medieval. Y mientras no nos demos cuenta de que el talento artístico para la creación, la realización de la obra y la conservación y restauración de la misma, son actividades independientes y con unos objetivos diferentes, se seguirán cometiendo graves errores de base y sobre todo se seguirá negando a la restauración de las vidrieras el carácter especializado, independiente y científico que se merece y que desde hace ya muchos años ha alcanzado en otros países.

Resumiendo: el problema central en nuestro país sigue siendo, por un lado, la falta de apreciación y entendimiento del arte de las vidrieras, por otro lado, la grave carencia existente de centros de formación para restauradores de vidrieras y, por último, la ausencia de un organismo que controle la calidad de las intervenciones realizadas, tanto en nueva creación como en restauración.

Artículo publicado en “R&R”, nº 48, enero 2001, pp. 64-69.
Fernando Cortés Pizano
Conservador- Restaurador de Vidrieras

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